domingo, 31 de mayo de 2015

EDUCACIÓN PARA LA PAZ por Ana Rocío Sosa López



“Si la educación se sigue considerando como una simple transmisión del saber, poco se puede esperar de ella en cuanto al futuro del hombre ¿pues de qué sirve transmitir el saber si se descuida el desarrollo total del individuo?… El niño está dotado de potencialidades ocultas, que pueden encaminarnos hacia un futuro radiante. Si verdaderamente deseamos un nuevo mundo, entonces la educación debe tomar como su objetivo el desarrollo de las potencialidades humanas”.
María Montessori


Yo soy alguien que se formó no sólo en la educación, sino en la Filosofía Montessori. La educación y filosofía Montessori han sido criticadas muy superficialmente por las personas que no las conocen. Al haber vivido esta formación desde dentro me hace ver cuánta razón y fundamento tenían sus ideas, propósitos, pedagogía y filosofía. Hoy como Psicóloga que se está especializando en niños, más admiro a María Montessori quién desde hace muchos años pudo visualizar las verdaderas necesidades de los niños y las necesidades que la sociedad tiene de esos niños, futuros adultos.

Pudiendo compartir tantos temas basados en esta Filosofía, hoy me nace escribir de un tema muy importante y útil hoy: educar para la paz.

Hubo Congresos Internacionales que la ONU realizó donde María Montessori participó para destacar la importancia de la educación integral y no sólo académica del niño, y en esa educación integral se basaba en educar para la paz y no para la competitividad. El haber vivido la segunda guerra mundial y sus consecuencias, siento la hicieron sensible a la necesidad de aprender a vivir en paz. Hoy día, la UNESCO realiza investigaciones y apoyos para la Paz desde una base Pedagógica, desde la Educación. En estos tiempos se siguen realizando foros internacionales importantes donde se destaca la educación para la paz y no la guerra que inició María Montessori.
Cito a María Montessori: “el niño por sí solo ya trae la paz, lo único que tiene que hacer la sociedad es tratar de conservarla. Por tanto, la educación debe permitir que esta paz que lleva el niño en su interior aflore y se desarrolle para garantizar la renovación de la humanidad”

El niño nace sin necesidad de violentar o competir, estas son dos características que no son parte del niño, son conductas aprendidas debido al entorno. El niño aprende lo que vive y desde la escuela se enseña a competir por el primer lugar, por ser parte de la escolta, por el cuadro de honor, por ser popular; dentro de la filosofía Montessori no existen tales competencias ya que éstas sólo frustran y estresan a los niños y lo hacen por complacer a sus papás y tener su aprobación, mas no por ellos mismos. Fuera de la escuela, la competencia en la familia también se da. Las redes sociales, la comunicación masiva, la sociedad, son entornos que fomentan la violencia, no la paz. La razón de vivir en medio de este caos social es que hemos abandonado la necesidad de vivir en paz. Yo he escuchado a muchas personas de negocios, pero peor aún, a padres de familia dar justificaciones para proporcionar a los niños habilidades de competir y ganar. Muchos padres diciendo: “si te vuelven a pegar, yo te pego a ti” sólo por citar un ejemplo común que va en contra absoluta de la paz.

La educación no solamente es en la escuela, sino también en casa, por eso es importante que la familia sea congruente con lo que se le está enseñando al niño, pues de nada sirver lo que aprenden en la escuela si sus padres no continúan con esto en casa, o no son congruentes, pues dicen una cosa y sus actos otra totalmente diferente; ambos, escuela y casa se complementan.

En la Filosofía Montessori me enseñaron más que lo académico, me enseñaron cosas tan básicas como esperar mi turno, respetar a mis compañeros, al medio ambiente y autoridades, tomar decisiones afrontando las consecuencias que conllevan, observar, ser organizada, a trabajar sin parar porque respetaron mi interés, a comunicar lo que siento sin miedo, a respetar la opinión de los demás sin juicios y mucho menos burlas, a debatir y defender mi punto de vista, el hábito de la lectura y muchas cosas más que hoy como adulta, reconozco como necesidades básicas que toda persona debe satisfacer. Montessori decía que dando sólo conocimientos a los niños, no se puede pretender que el mundo se transforme, que la educación y formación debe dar mucho más que eso, debe formar seres integrales. Los “niños Montessori” nos detenemos a disfrutar la naturaleza y no la violentamos, tenemos creencias y las respetamos, trabajamos con amor y no por interés, además claro, de todo el aprendizaje conceptual que nunca limitaron, ya que en un “ambiente Montessori”, se respeta el interés de aprendizaje de cada niño, se estimula, los programas académicos oficiales se quedan cortos. Y menciono esto porque observo a tantos amigos de mi etapa Montessori y mis amigos de otras Filosofías educativas y tengo un punto de comparación.

La educación para la Paz, es una educación a partir de los valores, respeto por todos los seres vivos ya que tienen una razón de existir, a amar a la humanidad por encima de los intereses propios, a relacionarse con los demás desde el respeto y no desde la violencia.

El niño a los 6 años empieza a ser consciente de que vive en comunidad, empieza a socializar y es una edad muy oportuna para educarle en la moral, a través de sus cuestionamientos, se puede llevarlo a discernir entre lo justo e injusto. En esta vida en comunidad, fomentar la ayuda al prójimo, colaborar, esperar, respetar, que será una conducta que llevará fuera de la escuela, en la sociedad, país y mundo.


Me da gusto saber que hoy en día existen muchas más instituciones con este sistema de enseñanza, conocer y platicar con mamás que tienen el sistema Montessori como primera opción para sus hijos. Poco a poco, con el paso del tiempo se va borrando la imagen de que los “niños Montessori” hacen lo que quieren. Me siento orgullosa de ser parte de la enseñanza de Marìa Montessori y me atrevo a decir que fue la mejor infancia que pude haber tenido, formé una personalidad basada en valores. Pienso que si cada niño crece con esta educación integral viviríamos en la paz que hoy día anhelamos tanto. 


II. CRONICAS DE UNA APRENDIZ EN MEDITACION

 TAI CHI[1]

 “El hombre sacrifica su salud por dinero, luego sacrifica su dinero por recuperar su salud.
Esta tan ansioso por el futuro que no disfruta el presente; el resultado es que no vive en el presente o en el futuro, vive como si nunca fuera a morir y muere sin haber vivido realmente” Dalai Lama


Hace algunos años me encontraba muy frustrada e inconforme con mi vida, llena de angustia por el futuro, me juzgaba estancada en lo profesional y sin poder definir mi camino para lo porvenir. Fue entonces cuando empecé a practicar Tai chi. Todo empezó cuando un doctor le recomendó a mi madre hacerlo para  disminuir sus dolores articulares y mejorar su movilidad. Así que mi hermana y yo nos dimos a la tarea de buscar un instructor para mi madre y terminamos practicándolo las tres.

El Tai chi es una forma de meditación en movimiento y fue mi primera práctica meditativa en la vida. Consiste en movimientos lentos, controlados y armoniosos que se ejecutan en secuencias denominadas formas y de las cuales aprendí a practicar la forma 24 de la escuela Yang.

Desde fuera uno podría pensar que realizar movimientos corporales lentos no resulta difícil pero en el tai chi se requiere además de lentitud, precisión, gracia y fluidez lo cual demanda toda tu atención y requiere un estado mental de vacío (ausente se pensamientos y emociones) al cual debes conectar todo tu cuerpo.

Por ello, nuestra práctica regular iniciaba con algún ejercicio de respiración y relajación que te permitiera vaciar tu mente. Seguido de algunos movimientos de chi kung orientado a disponer o dejar fluir la energía vital adecuadamente para mejorar el estado físico general y facilitar la práctica de la forma. Aunado a esto, nuestro maestro solía concluir con algún cuento corto o aforismo sobre el cual debíamos meditar y con lo cual se convierte no sólo en un ejercicio físico sino en un ejercicio de carácter mental y a la larga y con la práctica la serenidad que adquieres durante su ejecución se convierte también en un alimento para el espíritu.

Su realización me hizo descubrir que dentro de mi mente siempre agitada e invadida por pensamientos incesantes podía existir calma y armonía, además, esa calma le hacía bien a mi organismo pues disminuía mis dolores musculares y cervicales provocados por el estrés, mejoraba mi estado de ánimo y de alguna manera también clarificaba y ampliaba mi perspectiva de la realidad.

El Tai chi es como una poesía en movimiento, incluso los nombres de las posiciones evocan imágenes poéticas como ‘La grulla blanca extiende sus alas’ o ‘el Anciano abre las puertas del templo’, por poner algunos ejemplos. Aunque desde luego lo más relevante de su práctica es que de alguna forma el vacío mental aunado al control corporal hacen que cada una de las células, nervios, músculos, tendones y huesos de tu cuerpo se conecten entre si y se armonicen. Descubres que todo en ti está conectado y puede alcanzar un estado de equilibrio.

En la actualidad existen muchos lugares donde practicar Tai chi y realizarlo créeme que te traerá incontables beneficios. Te sigo contando mis experiencias meditativas en la próxima edición.






[1] Una forma de arte marcial chino derivada del boxeo largo que involucra movimientos lentos y controlados denominados posiciones y conjuntados en ‘formas’ que van de 24 a 108 movimientos. Puede practicarse a mano vacía, con espada, sable, vara, abanico y lanza. N.A.

SELFIE VS AUTORRETRATO por Herica Pulgarín Hernández



Mirarnos hacia adentro, esa extraña necesidad del ser humano por autorretratarse o por incluir cada vez más una autoimagen a la gran moda de las selfies.

La selfie es definida como un autorretrato o autofoto, término que se comenzó a utilizar a principios del siglo XXI y que se ha ido popularizando como la forma que tienen las personas para mostrar lo que hacen a cada minuto.

El primer autorretrato fotográfico que se conoce
 lo hizo 
Robert Cornelius en 1839
Desde mi posición como artista y docente, cada vez me enfrento más a la disyuntiva acerca de  “¿qué es el autorretrato?” y una forma de dar respuesta es entendiéndolo como un objeto de arte.
Es así, como el autorretrato es, ante todo un desplazamiento que comienza con el Narciso, pasando por la máscara, hasta sacar a relucir el doble oculto que todos tenemos; todo esto para encontrar por fin el objetivo inherente a todo autorretrato, la identidad.

Autorretratarse es realizar un “ritual” de autoexorcismo, dado que es la única forma de encontrar y entender todos esos reflejos que actúan sobre cada uno; es buscar y dejar a un lado todas las máscaras que se han utilizado en una sociedad que no admite un ser sin imagen; es evidenciar ese verdadero doble que ha estado escondido detrás de infinidad de iconografías, aceptadas cada una de ellas de acuerdo al medio y momento social en que se encuentren.

El territorio del autorretrato no es simplemente un rostro, históricamente hemos visto que puede ser cualquier cosa, desde el cuerpo en sí mismo hasta un objeto que puede ser significativo para la persona. Símbolos que pueden llegar a evidenciar una clase social, una forma de vida e ideología.

Fotografía Sally Mann
Se puede hablar de diferentes tipos de autorretrato, desde el primero en 1839 de Robert Cornelius, quien logro un buen daguerrotipo de sí mismo pasando largo tiempo frente a la cámara, hasta los de los artistas como Sophie Calle cuyo territorio sobre el que trabaja son sus propias experiencias, partiendo de la memoria y creando unos relatos autobiográficos con imagen fotográfica y narración literaria; Sally Mann, considera como su autorretrato más próximo, la relación que establece con sus tres hijos y la cotidianidad de una familia en constante cambio; Nan Goldin y un mundo íntimo donde no solo esta ella, sino su percepción de la comunidad homosexual y travestis que habitan ese otro mundo que las sociedades actuales no aceptan, imágenes de personas que también aman, ríen y lloran, todo invocado desde sus autorretratos; Lorna Simpson y el cuerpo de la mujer negra actual como una comarca, testigo de represiones, esclavitud, dominación y sufrimiento, y ese cuerpo con códigos que se establecen en torno a él, moda y tradición; Cindy Sherman y las prótesis que hablan de una mujer y su relación con las personas, pasa de una mujer como objeto de placer a la de una mujer como víctima.
Fotografía Sophie Calle

En fin, todo para convencernos que el autorretrato puede variar tanto como un rostro, un ojo, un dedo o el pliegue más insignificante del cuerpo, desde una madre hasta la mujer más desconocida, desde una habitación hasta un espacio más amplio como la ciudad, o una casa, un patio, un techo….
En últimas, habla de una memoria visual fragmentada, fantasmal, desvanecida, pero que guarda cierta relación con el álbum familiar, la fotografía de la sala, el registro de una ventana, de un objeto casero que pertenece a una geografía íntima, a un mapa interior y que está cargado con la iconografía que da la sensación de las primeras fotos en las manos de un niño, esa textura del papel fotográfico que con los nuevos tiempos ha desaparecido del tacto.

Las nuevas tecnologías, ordenadores, cámaras digitales y móviles han logrado despersonalizar los autorretratos, convirtiendo en una moda viral las selfies donde lejos de ser un verdadero autorretrato, se ha convertido en una forma de mostrar una imagen que es lo más apartado de la verdadera identidad.
Fotografía Nan Goldin

La selfie es una moda y como toda moda pretenciosa, se cree que se está siendo innovador, desconociendo que la primera selfie fue tomada por una adolescente de trece años en 1914, Anastasia Nikolayevna de Rusia. Las selfies del mundo moderno no son más que fragmentos de las personas que se pretende ser, el autorreconocimiento es desplazado por la infinidad de máscaras que día a día se van construyendo.

Anastasia Nikoláyevna de Rusia realiza uno de los
primeros autorretratos de adolescentes.
En últimas, el desafío no es hacer selfies, el verdadero desafío es realizar un infalible autorretrato.

¿Aceptas el reto?