“Perdonar es recordar el frío del Invierno pero sin
sentirlo
porque a mi vida
ha llegado el calor de la Primavera”
Inicia
un año más y tratando de poner en palabras un sentir, escribiré acerca del
perdón. Desde mi sentir, es muy necesario escombrar el Alma como lo hacemos con
tantas cosas para iniciar ciclos. Una forma de limpiar nuestra Alma, es sacando
de ella y de nuestro corazón todo aquello que pesa y no nos deja avanzar. La
forma más difícil, pero más efectiva es perdonando.
Herica Pulgarín H. |
¿Qué
es perdonar? No es fácil definirlo porque es una palabra que abarca tanto:
ideas, creencias, emociones, recuerdos…
Perdonar
es una decisión, una actitud, un proceso. Es soltar todo lazo negativo que me
une a alguien que hizo algo que me provocó dolor y me dañó. Es liberar del corazón
aquello que pesa como el rencor, la ira, el odio, el resentimiento,
El
problema es que al perdón lo confundimos con lo que no es. Tenemos la idea de
que perdonar es:
-
Restar
responsabilidad o consecuencias al otro
-
Minimizar
todo el dolor que nos provocó o negar las emociones que vivimos
-
Justificar
o excusar al otro y lo que hizo
-
Borrar
el acto de nuestras historias
-
Sumisión
-
Reconciliarme
con el que me dañó
Cuando
pienso que perdonar es algo de lo anterior, ¡desde luego que nuestro corazón no
puede hacerlo!
¿Qué
necesito para perdonar? Primero, eliminar todas las ideas falsas, porque
perdonar no significa restar responsabilidad, minimizar el daño, justificar,
negar lo que me marcó y mucho menos tener la obligación de mantener la relación
con el otro.
Después,
hacerme consciente de que perdonar es un acto de amor para mí, no para el otro.
Que es un proceso individual, cada uno de nosotros debemos sentirnos con la
libertad de avanzar a nuestro tiempo, no permitir que nos apuren u obliguen.
Muchas de nuestras creencias o prácticas religiosas nos empujan a perdonar sin
sentirlo o elegirlo, incluso socialmente nos fuerzan desde niños.
También
es necesario revisar y reconocer exactamente en qué parte de mi ser dañó lo que
viví, de qué tamaño es la herida y cuánto me marcó en mi vida. Validar mi
sentir y exigir que los demás lo hagan.
En
este momento, cuando ya tengo claro qué pasó conmigo y mis emociones por la
acción del otro, cuando puedo comprender que si perdono, no estoy eliminando de
la historia del otro su responsabilidad y consecuencia. Ahora sí estoy en la
posibilidad de decidir perdonar.
Ayuda
mucho comprender que si alguien actuó de una manera que me dañó, es porque no
tuvo la capacidad, la inteligencia o la sensibilidad de hacerlo de otra manera,
que tiene carencias y que no se puede pedir a alguien que brinde lo que no
tiene en su esencia. No puedo pedir una caricia a alguien que no tiene manos. Al
comprenderlo, también podemos separar responsabilidades, y sólo me quedo con la
parte que es mía, y dejo sobre los hombros del otro su responsabilidad.
Todo
lo anterior ayuda a sacar de nuestro corazón la emoción que me mantiene atada
al otro. Cerrar significa no volver a tocar el tema, es darlo por terminado
desde nuestra mente y corazón. Y así poder avanzar ya de forma ligera,
eliminando todo lazo de sentimiento que me provoca daño y dolor, lo cual no
significa olvidar, sino dejar de sentir… de resentir.
Llegar
a este punto nos muestra la madurez y crecimiento que vamos logrando, pero
sobre todo, el amor que nos tenemos, porque perdonar es un acto de amor
consciente hacia nosotros, ¡y lo merecemos! Iniciamos una vida con nueva
actitud, energía, libertad y al ser decisión mía, el otro no interviene y no
determina si perdono o no. No determina si cierro y avanzo o no.
Perdonar
nos brinda además, calidad de vida. Si las emociones que nos duelen se
estacionan porque no perdono, provocan mala actitud y daños en la salud, nos
mantiene atados al pasado, al dolor.
En
nuestro entorno hay muchas personas que perdonar, se complica cuando estos
seres son parte de nuestra familia, cuando los amamos, como nuestros padres.
Perdonar a nuestros ancestros libera a nuestras siguientes generaciones. Cuando
hay amor, empatía y comprensión, podemos lograr el perdón. ¡Sonreir….!
¿Y
qué tal cuando es a nosotros a quienes debemos perdonar? Cuando hemos sido nosotros
mismos los que hemos provocado situaciones que nos han dañado y marcado. A
veces somos nuestros peores jueces. Para perdonarnos debemos mirarnos con amor,
con respeto. Reconocer y aceptar que la manera en que nos comportamos, era la
única que podíamos tener en ese momento ya que nos faltaba aprendizaje,
crecimiento y experiencia. Saber que hoy actuaríamos distinto y ¡hacerlo!
Al
hablar del perdón, no podemos dejar de lado la realidad
de que también nosotros hemos provocado dolor, de forma consciente o
inconsciente, también hemos sido responsables de actos que han marcado de forma
dolorosa a otro ser humano, incluso a
los que amamos.
Para
solicitar ser perdonados, debemos sentirlo, no hacerlo por complacer o por
evitar malos momentos. Ser capaces de reconocer lo que provoqué, que hice algo
que no debí y arrepentirme. Reconocer también las consecuencias de mis actos y
del dolor que causé. Solicitar el perdón es asumir que estoy a disposición del
otro, que su dolor y enojo se pueden volcar sobre mí y asumirlo. El otro está
en su derecho de perdonarme o no y de tomarse el tiempo que necesite para ello.
Reconocer que lastimé es un acto de humildad. Estar a disposición del perdón
del otro no debe significar nunca perder mi dignidad.
En
el tema del perdón, cuando lo otorgo o me lo otorgan, siempre hay aprendizaje,
y es esencial buscarlo, arrancar a ese evento de nuestra vida la enseñanza que
me brinda y enriquece.
Perdonar
y ser perdonados es tocar el Alma. En este inicio de año, que mejor regalo que
soltar todo lo que nos ata, por amor a nuestros seres amados que merecen
convivir con alguien sano, pero sobre todo por amor a nosotros, soltemos….
¡volemos en libertad!