I. ¿MEDITAR O NO MEDITAR?
“Debes meditar por 20 minutos cada día, a menos que
estés muy ocupado, entonces debes meditar por una hora” Antiguo Proverbio Zen
En nuestro tiempo la vida se
encuentra llena de actividades, ¡Haz algo, ocúpate en algo! parece ser el lema
de la humanidad actual. Y nosotros obedientemente corremos a trabajar, hacer
ejercicio, hacer las compras, hacer los trabajos domésticos e inventar otras
actividades para siempre encontrarnos haciendo algo, cualquier cosa, no importa
cuál, lo importante es mantenerse ocupado.
Otro de nuestros lemas ¡No hay
tiempo! o su variante ¡No hay tiempo que perder! y yo me pregunto ¿cómo lo va a
haber si nos empeñamos en ocuparlo con mil cosas? Pero a su orden corremos a
tratar de hacer literalmente mil cosas a la vez, por ejemplo pretender manejar
y textear o maquillarnos, atender a los niños y trabajar, incluso comer y
revisar noticias, contestar correos o ver televisión.
El último de nuestros lemas
actuales ¡Es Urgente! o su variante ¡Es para ayer! A cuento de lo cual nos
encontramos corriendo para tratar de concluir todo lo que tenemos que nos hemos
impuesto hacer, pues estamos atiborrados de actividades y además deseamos
hacerlas siempre en el menor tiempo o antes si es posible. ¡Qué locura!
Bajo ese ritmo nos volvemos
personas estresadas, compulsivas, llenas de actividades pendientes, pero vacías
de sentido, pues descuidamos lo más importante en nuestra vida por lo
urgente, pensando que después podremos
compensar lo que nos estamos perdiendo hoy.
Después de una rutina diaria de
correr para hacer mil cosas sin sentido, llega un momento en que la naturaleza
nos insta a aminorar la marcha. Bien sea por un descanso, vacaciones,
enfermedad, nos detenemos por algún tiempo y al hacerlo experimentamos una
especie de resaca, por decirlo de algún modo, de ese continuo accionar. Es
entonces cuando afloran en nosotros sentimientos como la ansiedad, depresión,
frustración y/o desubicación. Porque algo dentro de nosotros sabe
intuitivamente que lo que hacemos es por hacer y no por ser.
Fue en una de esas resacas del
hacer donde entendí que era necesario hacer un alto y buscar sanear la
agitación de mi mente. Para fortuna mía, en ese momento se me presentó la
oportunidad de conocer y practicar una forma de meditación en movimiento el Tai
chi[1]
y con ello empezó mi camino en el descubrimiento de la meditación y sus
beneficios. Pero eso te lo iré contando poco a poco en estas crónicas, por lo
pronto me gustaría contarte que es lo que yo considero que significa la
meditación en general para luego platicarte los tipos de meditación que he
practicado y para qué me han servido.
Para mí la meditación es el arte
de hacer callar tu mente, es un proceso de limpieza de toda la basura que vamos
alimentando con cada pensamiento negativo que tenemos, es como una especie de
reset para eliminar los errores de nuestra percepción y con ello dar paso a un
mejor funcionamiento del disco duro.
Cuando limpias de tu mente toda
esa basura acumulada te das cuenta que muchas emociones negativas como la ira,
el miedo se atenúan y una paz y regocijo interno comienza a manifestarse en ti.
También te das cuenta que tu capacidad de concentración mejora al igual que tu
creatividad lo que te permite a su vez encontrar soluciones a los problemas
para los cuales no encontrabas ninguna solución antes.
Quizá la meditación no cambie tus
circunstancias de vida o elimine de ella la posibilidad de que ocurran problemas,
pero cambia tu forma de tratarlos y percibirlos y con ello cambia Todo.
Si no me crees aquí te ofrezco
algunas alternativas para practicarla y luego me puedes contar tus resultados.
[1] Una forma de arte marcial chino derivada del boxeo largo que
involucra movimientos lentos y controlados denominados posiciones y conjuntados
en ‘formas’ que van de 24 a 108 movimientos. Puede practicarse a mano vacía,
con espada, sable, vara, abanico y lanza. N.
de A.
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