lunes, 4 de mayo de 2015

EL PERDÓN por Ma. del Rocío López




“Perdonar es recordar el frío del Invierno pero sin sentirlo
 porque a mi vida ha llegado el calor de la Primavera”

Inicia un año más y tratando de poner en palabras un sentir, escribiré acerca del perdón. Desde mi sentir, es muy necesario escombrar el Alma como lo hacemos con tantas cosas para iniciar ciclos. Una forma de limpiar nuestra Alma, es sacando de ella y de nuestro corazón todo aquello que pesa y no nos deja avanzar. La forma más difícil, pero más efectiva es perdonando.
Herica Pulgarín H.
¿Qué es perdonar? No es fácil definirlo porque es una palabra que abarca tanto: ideas, creencias, emociones, recuerdos…
Perdonar es una decisión, una actitud, un proceso. Es soltar todo lazo negativo que me une a alguien que hizo algo que me provocó dolor y me dañó. Es liberar del corazón aquello que pesa como el rencor, la ira, el odio, el resentimiento,
El problema es que al perdón lo confundimos con lo que no es. Tenemos la idea de que perdonar es:
-       Restar responsabilidad o consecuencias al otro
-       Minimizar todo el dolor que nos provocó o negar las emociones que vivimos
-       Justificar o excusar al otro y lo que hizo
-       Borrar el acto de nuestras historias
-       Sumisión
-       Reconciliarme con el que me dañó
Cuando pienso que perdonar es algo de lo anterior, ¡desde luego que nuestro corazón no puede hacerlo!
¿Qué necesito para perdonar? Primero, eliminar todas las ideas falsas, porque perdonar no significa restar responsabilidad, minimizar el daño, justificar, negar lo que me marcó y mucho menos tener la obligación de mantener la relación con el otro.
Después, hacerme consciente de que perdonar es un acto de amor para mí, no para el otro. Que es un proceso individual, cada uno de nosotros debemos sentirnos con la libertad de avanzar a nuestro tiempo, no permitir que nos apuren u obliguen. Muchas de nuestras creencias o prácticas religiosas nos empujan a perdonar sin sentirlo o elegirlo, incluso socialmente nos fuerzan desde niños.
También es necesario revisar y reconocer exactamente en qué parte de mi ser dañó lo que viví, de qué tamaño es la herida y cuánto me marcó en mi vida. Validar mi sentir y exigir que los demás lo hagan.
En este momento, cuando ya tengo claro qué pasó conmigo y mis emociones por la acción del otro, cuando puedo comprender que si perdono, no estoy eliminando de la historia del otro su responsabilidad y consecuencia. Ahora sí estoy en la posibilidad de decidir perdonar.
Ayuda mucho comprender que si alguien actuó de una manera que me dañó, es porque no tuvo la capacidad, la inteligencia o la sensibilidad de hacerlo de otra manera, que tiene carencias y que no se puede pedir a alguien que brinde lo que no tiene en su esencia. No puedo pedir una caricia a alguien que no tiene manos. Al comprenderlo, también podemos separar responsabilidades, y sólo me quedo con la parte que es mía, y dejo sobre los hombros del otro su responsabilidad.
Todo lo anterior ayuda a sacar de nuestro corazón la emoción que me mantiene atada al otro. Cerrar significa no volver a tocar el tema, es darlo por terminado desde nuestra mente y corazón. Y así poder avanzar ya de forma ligera, eliminando todo lazo de sentimiento que me provoca daño y dolor, lo cual no significa olvidar, sino dejar de sentir… de resentir.
Llegar a este punto nos muestra la madurez y crecimiento que vamos logrando, pero sobre todo, el amor que nos tenemos, porque perdonar es un acto de amor consciente hacia nosotros, ¡y lo merecemos! Iniciamos una vida con nueva actitud, energía, libertad y al ser decisión mía, el otro no interviene y no determina si perdono o no. No determina si cierro y avanzo o no.
Perdonar nos brinda además, calidad de vida. Si las emociones que nos duelen se estacionan porque no perdono, provocan mala actitud y daños en la salud, nos mantiene atados al pasado, al dolor.
En nuestro entorno hay muchas personas que perdonar, se complica cuando estos seres son parte de nuestra familia, cuando los amamos, como nuestros padres. Perdonar a nuestros ancestros libera a nuestras siguientes generaciones. Cuando hay amor, empatía y comprensión, podemos lograr el perdón. ¡Sonreir….!
¿Y qué tal cuando es a nosotros a quienes debemos perdonar? Cuando hemos sido nosotros mismos los que hemos provocado situaciones que nos han dañado y marcado. A veces somos nuestros peores jueces. Para perdonarnos debemos mirarnos con amor, con respeto. Reconocer y aceptar que la manera en que nos comportamos, era la única que podíamos tener en ese momento ya que nos faltaba aprendizaje, crecimiento y experiencia. Saber que hoy actuaríamos distinto y ¡hacerlo!
Al hablar del perdón, no podemos dejar de lado la realidad de que también nosotros hemos provocado dolor, de forma consciente o inconsciente, también hemos sido responsables de actos que han marcado de forma dolorosa a otro ser humano,  incluso a los que amamos.
Para solicitar ser perdonados, debemos sentirlo, no hacerlo por complacer o por evitar malos momentos. Ser capaces de reconocer lo que provoqué, que hice algo que no debí y arrepentirme. Reconocer también las consecuencias de mis actos y del dolor que causé. Solicitar el perdón es asumir que estoy a disposición del otro, que su dolor y enojo se pueden volcar sobre mí y asumirlo. El otro está en su derecho de perdonarme o no y de tomarse el tiempo que necesite para ello. Reconocer que lastimé es un acto de humildad. Estar a disposición del perdón del otro no debe significar nunca perder mi dignidad.
En el tema del perdón, cuando lo otorgo o me lo otorgan, siempre hay aprendizaje, y es esencial buscarlo, arrancar a ese evento de nuestra vida la enseñanza que me brinda y enriquece.
Perdonar y ser perdonados es tocar el Alma. En este inicio de año, que mejor regalo que soltar todo lo que nos ata, por amor a nuestros seres amados que merecen convivir con alguien sano, pero sobre todo por amor a nosotros, soltemos…. ¡volemos en libertad!


No hay comentarios:

Publicar un comentario