martes, 7 de julio de 2015

Paz Interior



Por: Ma. del Rocío López P.
                                                                                  
“Si pierde su riqueza, no ha perdido nada;
Si pierde su salud, habrá perdido algo;
Pero si pierde su paz interior, lo habrá perdido todo.”
Pensamiento Oriental

Angélica Cortés
Anhelamos vivir en paz, pedimos paz, hablamos de la paz, y ¿a qué le llamamos paz? Paz es el término que damos al estado de ausencia de conflictos, luchas o guerras. Actualmente y debido a muchas causas, estamos viviendo un estado de ausencia, pero de ausencia de paz.

La violencia se ha convertido, tristemente, en la forma normal y cotidiana de relacionarnos con los demás. Puedo no saludar o sonreír, pero no dejo pasar la oportunidad de mirar mal e incluso ofender a quien nos altera en la sociedad.  

Si me hago la pregunta: ¿estoy nervios@, intranquil@ o tens@? Y respondo sí a alguno de esos estados, definitivamente no tengo paz. Cierto es que los tiempos no ayudan, la competencia personal y laboral, las ciudades y estilos de vida, entre otras causas, nos han robado la paz. Pero, ¿debemos conformarnos y bajar la mirada y los brazos ante esto? ¡No! El reto es darnos cuenta, ser conscientes de que estamos perdiendo nuestra paz interior, nos perdemos entre la masa, nos contagiamos sin oponernos. Estamos perdiendo la paz, la tranquilidad y ¡no la defendemos!

Recuperar esta tan valiosa paz, es una necesidad, y debe ser desde nuestro interior para lograr el equilibrio pleno, que nada de lo que se encuentra fuera de nosotros pueda ponerlo en riesgo. Fortalecer nuestra interioridad y brindarla a la humanidad.

Cada ser es único e irrepetible y vive la vida de forma también única, por tanto, cada ser debe encontrar la forma en que puede ponerse en paz, recuperando su equilibrio.
¿Qué partes de mí deben estar en equilibrio? Somos holísticos, tenemos dimensiones que nos integran como seres completos, somos cuerpos físicos, intelectuales, emocionales, sociales y espirituales. 
Revisemos cómo nos hemos desarrollado en cada aspecto y qué situaciones en cada dimensión nos producen intranquilidad, tensión o nervios.

Revisemos nuestros pensamientos automáticos, ¿cuántos de ellos nos alteran y roban la paz sin ser ciertos?, ¿cuántas veces nuestra tendencia nos juega bromas pesadas? Descubramos esas tendencias: ¿me apresuro a pensar mal?, ¿a juzgar sin conocer?, ¿a sacar conclusiones anticipadas? Nuestros pensamientos automáticos condicionan y provocan emociones que nos brindan o roban la paz. Recuperemos la capacidad de pensar positivo, de ser optimistas y pacientes antes de concluir.

Y, ¿has observado tu actitud ante los cambios? El dolor, el miedo, el sufrimiento, se dan por resistir los cambios, por no fluir. Es válido sentirlos y vivirlos, son un escape que el cuerpo utiliza para volver al equilibrio, pero ¿cuántas veces nos estacionamos en ellos? Aprender la subida y bajada que proporciona estar vivos y sentir las diversas emociones nos brinda paz, objetar y resistir, estacionar o reprimir emociones, nos la roba.

Vivir en los valores de forma congruente, aquellos que rescato como míos y que no me son impuestos, vivir de acuerdo a lo que creo y soy, también brinda paz. La discreción, el respeto, la responsabilidad, la compasión, etc., además de hacernos valiosos, nos mantienen alejados de los conflictos, y por tanto, en paz.

La organización y administración de nuestro tiempo, regalarnos minutos al día para reflexionar, relajarnos, meditar, orar, dormir, y sobre todo, realizar una actividad que nos gusta. El torbellino citadino nos tiene secuestrados, y si reflexionamos si en las 24 horas del día realizamos algo que nos apasiona, es muy probable que digamos ¡no! ¡Y es grave!

Respiración, relajación y meditación, cuánto bien le hacen a nuestro ser, cuánta paz nos brindan. El hábito de separar y respetar minutos del día para realizarlo, nos recompensará en armonía, equilibrio y paz. Angélica nos proporcionó una serie de ideas y sugerencias fundamentadas en este arte.
Perdonar, soltar, abandonar rencores, odios, resentimientos, mentiras, es una opción de amor a nosotros mismos y a nuestra paz interior también.

Trabajar nuestra autoestima: observarnos, aceptarnos, amarnos y valorarnos nos brinda la satisfacción personal, la alegría de ser quienes somos, sin máscaras y sin complacencias a los demás. Vivir de acuerdo a los caprichos de los otros y demandas sociales, ¡nos roba paz y vida! Tener la libertad de ser como soy, es otra forma de encontrar la paz interior.

¡Amar! ¡Amar! ¡Amar! Nada hay más bello que amar. A la naturaleza, a los animales, a nuestro trabajo, a las personas, a todo lo que se pueda amar. Permitir que nuestro corazón lata por algo o alguien, dejar fluir ese amor, mostrarlo y demostrarlo. Llenarnos con él, disfrutarlo y ¡vivirlo!
La paz interior la conseguimos cuando expulsamos los conflictos y luchas que física, mental y emocionalmente tenemos. Cuando nos atrevemos a defendernos de nosotros mismos y de lo exterior. 

¡Cuando tomamos nuestra paz en las manos y la vivimos día a día!

“A través de la paz interior se puede conseguir la paz mundial.
Aquí la responsabilidad individual es bastante clara
Ya que la atmósfera de paz debe ser creada dentro de uno mismo,
Entonces se podrá crear en la familia, y después en la comunidad.”
Dalai Lama

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