Este fin de
semana por fin comencé el servicio social de mi maestría
en Reiki Tibetano, el cual es una terapia de sanación a través de la energía
universal.
Lo admito, me tardé en iniciar. Si mi memoria no me falla, ha pasado
casi un año desde que terminé las clases. No sé si la procrastinación (término
actualmente muy de moda que significa aplazar, o dicho en otras palabras “por
qué no mejor dejar para mañana lo que podrías hacer hoy”) se debió a que las
circunstancias de tiempo y compromisos no abrían la oportunidad, o yo no la
generaba porque no me sentía preparada. Pensándolo detenidamente, creo que fue
combinación de ambas: al no sentirme segura de poder hacerlo “bien” fue más
sencillo no tomar medidas extraordinarias para mover cielo, mar y tierra. Pero
afortunadamente llegó el momento en que todo fluyó y las cosas se fueron dando
para iniciar mi tan pospuesto servicio social.
Fue una experiencia muy interesante y enriquecedora, además de
extenuante. He aprendido mucho de ella y agradezco que por fin haya iniciado
este proceso, así como los empujones que lo propiciaron.
Me ha ayudado para tener una consciencia más amplia de lo que es un
individuo, una persona; en entender mejor lo que puede haber en lo profundo de
su ser. Teóricamente entendía que cada persona es diferente y que no puedes
saber lo que vive hasta que estás en “sus zapatos”. Pero el escuchar a varias
personas compartirme su dolor, su preocupación, su tristeza, su miedo, me ha
ayudado a comprender más ampliamente que cada persona lleva consigo un montón
de historia, que las cosas no son blanco y negro, que de verdad no hay buenos
ni malos, que simplemente cada uno de nosotros somos una gama impresionante de
matices que muchas veces sólo se pueden observar de cerca.
También me dejó pensando en la enorme necesidad de sanar, y no sólo
sanar dolencias físicas, sino también dolores emocionales y hasta lo que
podríamos catalogar de espirituales. Y me ha hecho preguntarme si tanta dolencia emocional y espiritual es
consecuencia del mundo actual o más bien siempre ha habido esta necesidad. Supongo que es algo inherente al ser humano,
tan así que por eso sospecho han surgido
la psicología, las religiones, los grupos de apoyo, etc., etc., etc. Pero a
pesar de ello, creo que tenemos poca consciencia de la importancia del
bienestar y la construcción de nuestra felicidad. Desde pequeños vamos
aprendiendo que “el dinero no crece en los árboles”, que debemos sacar buenas
calificaciones, que tenemos que obedecer, que “viene el coco y te va a comer”,
que el poder (entendido como “eso” que te permite estar por encima de los
otros) es algo deseable y admirable, que la belleza viene en “empaques”
definidos por la “moda”. Y después el mundo laboral impone exigencias muy altas:
largas jornadas de trabajo, competencia feroz entre los mismos compañeros, y para estar a la altura, las “monedas de
cambio” son: el descanso, la salud, la convivencia con la familia y los amigos,
el tiempo con uno mismo, el crecimiento en otros áreas de la vida, etc. Hace poco escuché a un director de una facultad
decirle a sus estudiantes que, por lo menos los primeros 10 años de su vida
laboral, mínimo tendrían que trabajar de 8 am a 9 pm todos los días, para poder
aspirar a una carrera profesional “exitosa”. Y añadió que actualmente él podía disfrutar de su familia, convivir con sus hijos los
fines de semana, y destinar un día entre semana para salir “temprano” del
trabajo e ir con su esposa al cine a la función de las 10:30 pm. ¿Eso es
bienestar? ¿eso es éxito? Bueno, tal vez cuando te apasiona tu trabajo puede
ser que sí te provoque bienestar y seas realmente exitoso en tu profesión pero
¿vale la pena por ello destinar solo 2/7 de la semana a tus hijos y una salida
al cine entre semana con tu esposa? Para unos sí y para otro no, pero lo
fundamental, en mi opinión, es tenerlo claro.
Toda esta experiencia me hace preguntarme en lo que en verdad es
importante para mi, en cómo puedo y podemos construir bienestar. Y por eso creo que esta revista es de gran
importancia, ya que es una aportación para generar esas opciones de reflexión y
de consciencia. Desde mi adolescencia surgió en mi la necesidad de encontrar el
“manual” para la vida, ahora sé que no hay tal, pero todo lo que ayude es
bienvenido. Espero poder compartir mis divagues y dudas, para convertirlas en
conjunto en oportunidades para aprender a construir un mundo más feliz.
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