¿Alguna vez te
has preguntado cuál es el sentido o la misión de tu vida? ¿Para qué estás aquí
y ahora? ¿Qué es lo que has venido a hacer a este mundo?
La mayoría nos hemos hecho esas preguntas por lo menos una vez en la
vida. Quizá algunos hayan corrido con suerte y han encontrado respuestas claras a estas
interrogantes. Sin embargo, me atrevo a pensar que la mayoría no ha sido tan
afortunado. La mayoría vamos tirando paso a paso, sin mucho convencimiento de
si lo hecho es lo correcto, enmendando errores, buscando soluciones inmediatas
a los problemas diarios y cargando con la neurosis
noógena –aquella que surge por carecer de sentido en la vida– que menciona
Victor Frankl, el creador de la logoterapia, en su libro ‘El hombre en busca de
sentido’ (1962).
El ritmo de la existencia moderna, sobre todo en las grandes
ciudades, donde la gran mayoría debe trabajar arduas jornadas, enfrentarse a
largos trayectos para ir y venir de la casa al trabajo y el bombardeo constante
de información y estímulos externos, nos impiden hacer un alto y reflexionar
sobre el sentido profundo de nuestra existencia. Nos concretamos a trabajar
arduamente para pagar las cuentas que se acumulan; conseguir dinero para
atender nuestras necesidades básicas como la alimentación y el vestido, sin preocuparnos
de las necesidades de los demás. El tiempo restante, si es que lo hay, lo
dedicamos a embotar nuestros sentidos con la televisión, los videojuegos, el
Smartphone, las redes sociales o cualquier actividad que adormezca nuestro
cerebro para evitar la sensación de vacío que habita nuestro ser cuando todas
las actividades externas se acallan.
Si en algún momento de tu existencia has experimentado esa sensación
de vacío existencial, quizá sea momento
de hacer un alto en el camino y replantearte tu vida, pues sólo encontrando sentido se puede llenar el vacío y tener una
vida más rica y plena.
¿Qué es ese sentido del que hablamos? Victor Frankl nos dice que es
ese ‘algo’ por qué vivir es esa finalidad ulterior de nuestra existencia a la
que solemos llamar comúnmente “Misión de
vida”. Una misión de vida no es un trabajo que debes hacer para pagar las
cuentas de 8 a 5 y de lunes a viernes, ni tampoco es una profesión que hayas
elegido estudiar. Es la expresión completa y perfecta de lo que uno es, es decir,
es la expresión de nuestro ser genuino y único, dentro de la humanidad en su
conjunto. Es un servicio que prestamos a la humanidad, derivado de nuestros
talentos y nuestras pasiones más íntimas.
Como parte de ese gran cuerpo humano del que formamos parte, tenemos
una función específica que cumplir, una función que sólo nosotros de manera individual podemos
llevar a cabo. Lamentablemente en nuestro tiempo se ha tornado muy complejo
cumplir con nuestra misión de vida porque estamos inmersos en un sistema de
paradigmas que contribuyen a desviar nuestro hacer cotidiano hacia actividades
que no nos llenan y entonces vamos perdiendo la capacidad de reconocer y llevar
a cabo nuestra misión.
Si deseamos encontrar y vivir nuestra misión, requerimos llevar a cabo
ciertas acciones.
Lo primero que podemos hacer es dejar de pensar que nuestro objetivo
de vida es conseguir dinero. Nuestra vida no debe estar regida en términos de
urgencias y necesidades materiales, porque ese vivir desde la carencia de cosas
es lo que nos engancha en trabajos remunerados, pero no deseados e
insatisfactorios. Sí, necesitamos cosas materiales para vivir, pero sería bueno
preguntarnos si realmente alguna vez nos ha faltado algo material que en verdad
necesitemos. A la mayoría nunca nos ha faltado lo esencial y, sin embargo, el
miedo a no tenerlo rige nuestras acciones.
La segunda acción a realizar, después de quitarnos el miedo a no
tener lo esencial, es indagar sobre nuestros talentos y pasiones para saber lo
que realmente llenaría nuestras vidas. Todos tenemos algún talento o una
actividad que al realizarla nos hace felices y nos permite perder la noción del
tiempo. Atrévete a redescubrir tus talentos y pasiones.
La tercera acción es buscar la forma de usar esos talentos y pasiones
para beneficiar a otros además de a ti, porque una misión de vida debe ser algo
que podamos dar a los demás con absoluta convicción y desprendimiento. Sabiendo
que si tú no lo haces nadie más podría hacerlo y reconociendo que ser la
expresión total de tu ser es bueno para ti y para los demás también.
Mi invitación hoy es
para que acalles el ruido exterior y comiences a buscar tu ser donde realmente
se encuentra: en ti.
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