martes, 11 de agosto de 2015

Optimismo y felicidad




Por Ma. del Rocío López


Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad,
un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad.
Winston Churchill

Cuando escuchamos hablar de optimismo, muchas veces nos vienen ideas erróneas. ¿Cuántas veces has pensado: esa persona es tan cursi, tan ciega, tan infantil, tan evasiva, que no tiene la madurez de ver las cosas malas que suceden, vive en un mundo color de rosa? ¡Te aseguro que muchas! Pensamos que las personas optimistas están alejadas de la realidad y que dejan de percibir las situaciones duras que suceden, sin embargo, no es así. El optimismo es un estilo de vida, es una tendencia a ver y juzgar las cosas o a las personas en su aspecto más positivo o más agradable.

¿Aún piensas que ser optimista es algo que no ayuda a vivir en la realidad?

Cierra tus ojos y reflexiona cuántas palabras positivas dices y cuántas negativas. Si participas en las redes sociales, ¿cuántas palabras de acusación, quejas, críticas o indirectas usas? Si conoces a alguien, ¿cuánto tiempo tardas en reconocer sus virtudes? Y sé sincero, ¿tienes la osadía de juzgar y prejuzgar a las personas que no te has dado la oportunidad de conocer?

Los seres humanos tenemos pensamientos automáticos, es decir, un diálogo interno que nos hace interpretar, etiquetar, enjuiciar, provocando en nosotros determinadas emociones. ¿Cómo saber si estamos teniendo pensamientos automáticos? Inician con imágenes mentales que van cambiando de a poco hasta que se tornan en dramáticas, las emociones que se van viviendo también se van transformando. Son pensamientos espontáneos y ¡los creemos! Suelen ir acompañados de palabras como “habría”, “tendría”, “debería” y son difíciles de desviar.

¿Qué nos ayuda a evitar los pensamientos automáticos? Intentar no generalizar, evitar hacer calificaciones negativas, sobre todo de otras personas. No condicionar o proponer cómo deberían actuar y ser los demás y, sobre todo, evitar exagerar el significado de los acontecimientos.

Cuando puedo detectar y descubrirme teniendo pensamientos automáticos, puedo entonces empezar a dominarlos y transformarlos. Esto empieza a dar equilibrio a mi ser. El vivir situaciones difíciles, entornos fuertes, nos condiciona la percepción y, algunas veces, es necesario reconocer que se sale de nuestras manos y que es necesaria la ayuda de un especialista. Otras simplemente requiere de mi esfuerzo.

En el momento en que desde mi esencia salen pensamientos positivos, cuando mi tendencia es a ver y juzgar a las cosas o a las personas en su aspecto más positivo o más agradable, puedo decir que soy optimista.

¡Qué gran logro es hacer esa transformación en mi estilo de vida! Dejar de lado la percepción negativa hacia lo que me rodea y ver lo positivo. En este punto, cuando siento que ya estoy en equilibrio, pues observo mi vida y puedo ver que tengo armonía en mi familia, en mi relación (en caso de tenerla) y que ésta es estable y fuerte, un trabajo que disfruto, vida social, salud mental, tengo la capacidad de disfrutar y divertirme, ¡estoy tan bien! La pregunta entonces es, ¿ya no hay nada más? Y la respuesta es ¡sí, claro que hay algo más!

Salir de una enfermedad mental, de una crisis existencial para llegar al equilibrio y estabilidad, lo logramos a través de técnicas terapéuticas que provienen de la Psicología tradicional. Cuando logro el equilibrio y la estabilidad mencionada, o nunca tuve necesidad de terapia tradicional, estoy lista para iniciar a desarrollar al máximo mis virtudes personales y poder entonces tener la tendencia a ver y juzgar las cosas y a las personas en su aspecto más positivo o más agradable. ¡Sí! ¡Ser optimista!

¿Notas ahora, que ser optimista no es una cursilería, ceguera, ni vivir en un mundo color de rosa? Es una capacidad trascendental, es la punta y cima de la pirámide de Maslow. A este camino se le conoce como Psicología Positiva, se encarga de las emociones y rasgos de carácter que soportan y respaldan la percepción positiva del entorno.

Cabe mencionar que una persona optimista no pierde de vista la objetividad y realidad del mundo, no se ciega ante las circunstancias difíciles, simplemente las transforma en oportunidades, metas o aprendizajes, no se estaciona en lo negativo, lo supera a través de una actitud optimista  y así lo integra en su vida.
Ser positivos, creativos, tener sentido del humor, sentir bienestar, ser optimistas, es a lo que los Psicólogos positivos llaman ser felices. De acuerdo a esta filosofía, ser felices no es el final, sino el camino diario, las cosas cotidianas y simples que nos regalan satisfacción y alegría. La maravilla, entonces, de esta forma de vida es que ser felices ¡es posible! ¿Cómo? Perdonando de corazón, fluyendo y concentrándonos en el aquí y en el ahora, eliminando pensamientos automáticos negativos, disfrutando las simplicidades que da la vida: un café, una sonrisa, una ducha caliente, tener ideales, sonreír, reír, siendo optimistas y desde luego, iniciando un camino espiritual.

Cuando todo lo anterior sucede, cambia nuestra vida incluso en la salud, hay diversos estudios y estadísticas de la Psicología Positiva que demuestran que alguien feliz, desde todo lo que anteriormente he compartido, estimula la protección inmunológica, relaja y mejora la calidad del sueño, ayuda a controlar la presión arterial, reduce las adicciones, reordena el pensamiento, mejora las relaciones con los otros, disminuye las depresiones y el estrés, regala sentimientos de confianza y, claro, mejora la calidad de vida. 

¿Qué más necesitas para motivarte a iniciar una vida optimista y feliz?

Y, ¿sabes?, al igual que todo lo que tiene que ver con el Desarrollo Humano, depende de nuestro despertar de la consciencia y, por tanto, ¡de nosotros mismos! ¡Qué bendición!

Para quienes no ansían sino ver, hay luz bastante;
mas para quienes tienen opuesta disposición, siempre hay bastante oscuridad.
Blaise Pascal

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